Un cuarto de siglo de historia
Ya han pasado más de 25 años desde que Blizzard nos sumergiera en el universo de Diablo. Un juego de acción y rol de perspectiva isométrica que venía a ofrecer aire fresco al mundo de los RPG con más acción, pero sin dejar de lado el componente rolero de mejorar al personaje con diferentes habilidades a elegir entre varias. Aquel primer Diablo fue un éxito y el punto de partida de un nuevo género al que se han sumado diferentes estudios a lo largo de los años. Posiblemente de todos los juegos desarrollados en este cuarto de siglo, el que más se acercó al título de Blizzard fue Path of Exile (del que por cierto se está desarrollando una nueva versión), gratuito y con muchas mejoras respecto a Diablo. Mejoras que en muchos casos se han incorporado a este Diablo IV, para ayudar a Blizzard a conformar un juego redondo en todos los aspectos.
Los dos primeros juegos de Diablo tenían un estilo más oscuro y agobiante que el tercero, que saliera hace 15 años ya. Diablo III intentó ampliar su público potencial conformando un juego más accesible, sencillo y que cualquiera pudiera disfrutar al completo en pocas horas. Otra cosa ha sido dominar el juego y llegar a lo más alto, tarea que implica muchas más horas de juego. Ahora con la llegada de Diablo IV, Blizzard ha querido volver a los orígenes recuperando algunas de las características que hicieron grande a la franquicia en el pasado. Mencionar que en esta comparación, omitimos intencionadamente el título gratuito Diablo Inmortal puesto que si bien conserva el nombre de la franquicia, entendemos que es un juego menor orientado a otro público diferente, aunque comparta mecánicas con sus hermanos mayores.
Cinco clases diferentes
Diablo IV cuenta con un total de cinco clases de inicio. Se rumorea que puede que una sexta llegue en breve, pero de momento, “solo” contamos con Druida, Nigromante, Hechicero, Bárbaro y Pícaro. Cada clase cuenta con sus propias habilidades y estilo de juego, más allá de que podamos personalizar a través de los árboles de configuración propios de cada una. Nosotros para completar la historia hemos escogido de inicio a un Nigromante, al que teníamos muchas ganas de ver cómo se desenvuelve con esqueletos combatiendo a su alrededor y su comportamiento al enfrentarnos a los enemigos. Como solemos decir, no hay una clase buena o mejor que otra, sino diferentes formas de disfrutar del viaje. Hay webs que dirán lo contrario e incluso harán clasificaciones de clases y especialidades. Nada más lejos de la realidad, aunque sí es cierto que algunas combinaciones son más complicadas de manejar y requieren de mayor pericia para no morir continuamente. Tras acabar el juego con el nigromante, hemos probado las otras cuatro clases y son igual de divertidas, con sus particularidades. De modo que escoged la que más os guste y preparaos para vivir una historia magnífica contra la poderosa Lilith.
El regreso de Lilith
Es la protagonista de Diablo IV. Lilith es, para los que no conozcan del “lore” de Diablo, la hija de Mefisto, uno de los demonios mayores a los que nos hemos enfrentado en otros títulos. Sin querer desvelar nada de la trama que se nos va descubriendo a lo largo del juego, solo recordaremos que Lilith tuvo un romance con el arcángel Inarius y que, juntos, crearon Santuario para que sus hijos, los Nephalem, vivieran sin interferencias del cielo ni el infierno. Sin embargo, esta relación no fue bien vista por ninguno de los dos mundos, con lo que derivó en una serie de problemas que se van desgranando a lo largo del juego.
La historia de Diablo IV está estructurada de una forma un tanto especial: seis actos y un epílogo. Pero, realmente, al iniciar la aventura, únicamente tenemos abiertos los tres primeros actos. A pesar de su numeración, lo cierto es que podemos completar la historia de cada uno en el orden que deseemos. Podemos ir saltando de una historia a otra sin problemas, más allá de tener que desplazarnos de una zona a otra. Ya os avisamos que el mundo de Diablo IV es enorme y, hasta que consigamos la montura (de la que os hablamos más adelante), ir a pie nos lleva mucho tiempo. Por ello, nuestra recomendación es que completéis los actos en el orden numérico establecido. Otra limitación, aunque salvable, es que a pesar de que los enemigos de las zonas de Santuario escalan con nuestro nivel, las zonas del acto tres recomiendan un nivel no inferior al 15 para no sufrir demasiado en ellas. Algo que se consigue en menos de un par de horas de juego.
La novedad de la montura
Una vez hemos completado el acto tres, se abre el acto cuatro y así sucesivamente hasta alcanzar y completar el epílogo. Aquí ya sí que no tenemos libertad para completarlos en cualquier orden, hay que seguir el establecido para que la historia avance. Al comienzo del acto cuatro, además, se nos desbloquea el uso de una montura, que es novedad en la saga de Diablo. Un añadido que nos permite viajar por Santuario más rápidamente, ya que aunque hay muchos teletransportadores por el mundo, es necesario moverse por las zonas en busca de objetivos específicos. En el juego podemos coleccionar monturas y equipaciones para las mismas, bien a cambio de dinero real o mediante canjeo en Twitch o cualquier otra promoción que Blizzard invente. Ahora bien, las monturas, así como aspectos de indumentarias, son únicamente a nivel visual, no proporcionan ninguna mejora en el juego. Con el caballo que nos dan de inicio iremos igual de rápido que con el que otro jugador haya comprado por 10 euros. La única ventaja real en el juego es que cada clase cuenta con una habilidad de combate diferente que podemos usar estando a lomos del corcel para iniciar la pelea.
Una vez finalizada la historia, se nos abre el end-game de Diablo IV. Ahora mismo hay mucho por hacer a pesar de nuestros esfuerzos por erradicar el mal de Santuario. Lo primero, llegar a nivel 50 (lo normal es acabar la historia entre los niveles 40 y 45) para abrir el árbol de habilidades de Leyenda, que sustituye al avance en el árbol de habilidades normales. Este árbol nos proporciona en diferentes bloques habilidades que mejoran nuestra supervivencia o el daño que hacemos y que, dado el gran número de opciones en cada clase, hace que cada jugador tenga un personaje diferente al resto. Subir hasta el máximo de nivel 100 lleva su tiempo, pero poco a poco iremos mejorando en el árbol de Leyenda con multitud de opciones entre las que escoger las que mejor se adapten a nuestro estilo de juego. Por ejemplo, nosotros hemos completado la historia con un Nigromante. Con él, podemos jugar de diversas formas, como llevando un ejército de esqueletos y un gólem (cada uno con habilidades diferentes). También podemos generar cadáveres que hacemos explotar para causar daño instantáneo o en el tiempo. O atacando con habilidades directas a los enemigos. Y claro, mezclando unas con otras. Cada uno debe encontrar qué se le da bien y cómo quiere disfrutar de la experiencia. No hay opciones equivocadas, solo algunas más sencillas a la hora del combate y otras más complejas y que requieren un poco más de nuestra habilidad.
Dificultad y qué hacer a partir de nivel 50
Al inicio de la partida podemos configurar el nivel de dificultad, llamado Nivel del Mundo, entre dos dificultades (I y II). La segunda da un bonus de experiencia y oro, a costa de hacer más duros a los enemigos. Nuestra recomendación es que para completar la historia, lo hagáis en el nivel I porque la bonificación no compensa el tiempo extra que tardamos en matar a los enemigos y las veces que podemos morir si tenemos problemas. Para desbloquear los niveles III y IV de mundo (en los que se pueden obtener las mejores recompensas en forma de objetos), es necesario acabar antes la mazmorra final del juego en la dificultad anterior.
Llegados al end-game, como os decíamos antes, se abren muchas opciones. La principal, completar el juego al 100%. Esto se muestra en cada una de las cinco grandes áreas con diferentes tareas: descubrir todos los portales de viaje, los altares de Lilith (que proporcionan mejoras permanentes en forma de bonificación a las estadísticas o la capacidad de monedas especiales), descubrir todas las zonas del mapa, completar la ingente cantidad de misiones secundarias, conquistar los tres fuertes que hay por zona y que suponen un reto adicional y completar las mazmorras principales, que además, nos dan un rasgo legendario de una clase o genérico, que podremos aplicar luego a armaduras, armas y joyería de nuestros personajes.
Otra opción es completar tareas para el Árbol de los Susurros, que nos reportarán objetos y dinero. Necesitamos 10 puntos (favores nefastos se llaman) para acceder a las recompensas y para lograrlos, completaremos misiones específicas que están disponibles durante un tiempo determinado y que, en función de su dificultad, nos darán 1, 3 o 5 de estos favores. Continuamente aparecerán nuevas tareas, por lo que es imposible que nos quedemos sin nada que hacer. Y por último, podemos completar mazmorras y derrotar a los jefes de mundo que aparecen en determinados lugares, para lo que necesitaremos la ayuda de otros jugadores. Como veis, hay mucho por hacer una vez completamos la historia. Y eso que, todavía, no podemos contaros cómo se desarrolla uno de los modos de juego más controvertidos: las temporadas.
Temporadas, ¿pagar o no pagar?
Las temporadas en Diablo IV están a punto de comenzar, se estima que la primera se inicie a mediados de julio y tendrá una duración de tres meses. Son similares en cuanto a desarrollo a las que actualmente encontramos en Diablo III, con alguna particularidad. La principal, el tema del pago. Esta cuestión ha creado mucha controversia entre la comunidad de jugadores, seguramente porque Blizzard no ha sabido explicar perfectamente en qué consiste. Lo primero que hay que saber, es que las temporadas son de acceso libre, cualquiera podrá participar en ellas, sin desembolso alguno. Eso sí, Blizzard ya ha avisado que, como ocurre en el anterior título, será necesario crear un nuevo héroe para participar. Vamos, que después de echarle decenas o cientos de horas a nuestro personaje favorito, debemos empezar de cero de nuevo.
Entonces, ¿dónde está el problema de los pagos? Es fácil. A medida que completemos niveles en la temporada descubriendo personajes y tramas nuevas, obtendremos diferentes recompensas (que todavía están por descubrir). Esto siempre, sin pagar. Si pagamos el llamado Pase de Temporada (10 euros en su versión normal y 25 euros en la premium), a esas recompensas, añadiremos otras que sólo estarán disponibles a los que pasen por caja. Se nos ha prometido que dichas recompensas adicionales no supondrán una mejora para los jugadores, sino simplemente objetos cosméticos y únicos. En otras palabras, pagaremos por aspectos de armaduras, monturas y decoraciones con un impacto puramente visual en el juego. No mejorarán a los personajes.
Veredicto final
A nivel técnico, Diablo IV no defrauda a nadie. Si bien es cierto que las versiones de PlayStation 5 y Xbox Series X son espectaculares y las que mejor apariencia presentan, con un PC potente podemos igualar la calidad gráfica en texturas y detalles. Bien es cierto que, en el fragor de las batallas, darse cuenta de ello es casi imposible, bastante tenemos con sobrevivir, pero cuando exploramos las zonas podemos disfrutar del cuidado que han puesto en todo el entorno.
La banda sonora del juego, más tenebrosa con reminiscencias de anteriores aventuras y con melodías asociadas a determinadas zonas, es una maravilla para los oídos. Obviamente, el juego está completamente en castellano, incluyendo diálogos en los que han participado decenas de actores de doblaje. Podemos hablar con muchos habitantes, algunos solo para contarnos cosas de su vida y otros para darnos más información sobre los eventos que están sucediendo en Santuario. El sistema de control es como siempre en PC, combinando teclado y ratón con pocas teclas, pero que debemos controlar a la perfección para ejecutar las acciones de clase, así como curarnos o esquivar ataques. El mando de consola también está muy bien, fruto sin duda de la experiencia obtenida con el tercer juego en consolas estos años de atrás.
Y como es lógico, lo mejor de Diablo IV es la jugabilidad. Es sencillo para cualquiera iniciarse en el mundo y poco a poco ir dominando las mecánicas gracias a una progresión constante, ampliando la exigencia poco a poco, de modo sea casi imposible desesperarse por no saber superar una determinada zona o acabar con un enemigo. Los cuatro niveles de dificultad de mundo, además, permiten que podamos ajustarnos a nuestras capacidades. Unas habilidades que se ven multiplicadas por los dos árboles en las que elegir cómo queremos jugar con cada clase. Son cientos de opciones que permiten personalizar nuestro estilo de juego, como os decíamos antes.
En definitiva, Diablo IV es un juego redondo, que quizá tenga como punto débil uno de sus principales características: que es un mundo online persistente en el que podemos jugar en cualquier momento con otras personas, pero que, si hay problemas de autenticación o de conexión, no podremos disfrutar (algo que ocurrió el último fin de semana de junio, por ejemplo). Si dejamos de lado este pequeño problema, estamos seguros que cualquiera que le gusten los juegos de acción y rol, va a disfrutar de la historia y las enormes posibilidades que tenemos en Diablo IV.
Análisis del juego gracias al código de descarga facilitado por Blizzard.
Las capturas han sido realizadas In Game propias de la versión de PC.